La Magia del Sur II: Panguipulli-Coñaripe

Continuando un poco más en coche desde Villarrica vamos en busca de otros lugares bañados por algunos de los inmensos lagos del tercio sur chileno.

Una buena carretera de una red notable de vías comarcales, nos va llevando, entre verdes prados donde pastan, ajenas a todo, hermosas vacas Hereford y Angus.  Algunas casas dispersas a orillas de la senda anuncian empanadas caseras, mermeladas o kuchen (las tartas de queso fresco y fruta que los colonos alemanes introdujeron a principios del siglo pasado). Imprescindible hacer alguna parada para probarlas.

El lago Calafquén, asoma a la altura de la localidad de Licán Ray, nombres que recuerdan su ascendente mapuche. El pueblo no tiene ninguna gracia pero sí una bonita playa. Bordeando el lago se llega a otra localidad, Coñaripe, que se constituye en campamento base para los que llegan aquí buscando las termas que hay hacia el interior. Antes pasamos un escorial que quedó como resto de la última gran erupción del volcán Villarrica que llevó hasta aguas del lago una lengua de lava desde el cráter a más de 15 km de aquí.

Desde Coñaripe parte una carretera de tierra un tanto maltrecha por el acceso de autobuses llenos de excursionistas, que va horadando la ruta de los baños termales a través de un bosque denso y húmedo. El camino se acerca al borde del río El Venado que, siendo apenas un subafluente, lleva un caudal increíble.

Nos van convocando las termas Coñaripe, las Vergara… pero nosotros vamos buscando otras de las que hemos oído hablar que están aún lejos: las Termas Geométricas.  Son el fruto del trabajo excelso del arquitecto chileno Germán del Sol, quien apostó por este lugar hace años, no sólo como autor sino también como promotor.  Aunque se vea este video, es imposible recoger todas las sensaciones que este lugar transmite.

Una construcción de madera al modo tradicional del sur, con techo apuntado donde arde constante un acogedor fuego, nos recibe, aunque aún no deja ver del todo el delicado tinglado que se sucede detrás, en una gran cárcava: una serie de piscinas dibujadas con un trazado geométrico tan sencillo como eficiente, se van sucediendo a lo largo del curso de agua y mezclando, para generar baños a distintas temperaturas (entre 35 y 45º) el líquido helado del torrente con vetas de aguas hirviendo que emanan de las paredes del barranco, en un sistema hídrico controlado y perfectamente integrado, oculto a la vista. Una pasarela en madera teñida de rojo nos va conduciendo por las distintas zonas, desde una excepcional cascada en la parte superior hasta la entrada que hemos dejado ya atrás.

Tuvimos el acierto de llegar temprano. Aparte de que el precio (no tan económico) tiene así una rebajilla, aún apenas hay nadie y estar allí sumergido con esa quietud, acompasada por el rumor del agua y sus vapores caldeados, produce una sensación de vuelta al origen y de desnudez completa de problemas, que pareciera que podemos rememorar los baños de nuestra infancia.

Después de haber recuperado un año en un día, aunque hambrientos por habernos saltado (justificadamente) el almuerzo, seguimos rodeando el lago Calafquén por su ribera sur. Una playa larga y tranquila de arenas negras acaba en un alto mirador desde el que nos despedimos hasta la vista del volcán Villarrica.

El trecho hasta Panguipulli es largo y está a medio asfaltar. El pequeño lago Pullingue dibuja una estampa especial con el reflejo del atardecer en sus orillas de juncales.

Antes de llegar al lago Panguipulli, pasamos por algunos caseríos entre chacras (pequeños terrenos agrícolas) y vaquerizas. Las aguas del lago son de un azul intenso y nos inducen a pasear por la costanera hasta que el ocaso las va apagando.

A esas alturas ya el Sur nos ha conquistado y sabemos que tenemos que volver.

 

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