Volaré…Oh oh!!

Tras varios días, finalmente acepté la Gran Sorpresa de Juan; él se puso super contento, pero la alegría le duró poco, ya que le dije que me tenía que venir a buscar, que yo sola no iba para allá ni muerta… imagínate, a una que ha viajado poco, como si fuese Paco Martínez Soria en la película, sólo me faltaba el palo con el hatillo y los choricillos colgando. Así que era ésa la condición para irme con él al otro lado del mundo… pero ahí no queda la cosa: ¿cómo se lo decía ahora a mis padres?

Realmente no fue fácil, pero un día le eché valor, aproveché que era temprano y fin de semana y les dije…»Papá, mamá, me voy a Chile de vacaciones con Juan»…tragué saliva y esperé un !!¿¿TÚ ESTÁS LOCA O QUÉ??!! pero, sorprendentemente, me dijeron:«¿cómo?, ¿a dónde?, ¿con quién?»… frente a lo que me quedé un poco perpleja puesto que el tono de voz era de lo más pausado y tranquilo, cosa que a mí me desconcertaba por momentos… pero me senté y les expliqué con más detalle esa noticia que, imagino, unos padres no están acostumbrados a escuchar. Así que, finalmente, aunque sigo pensando que no estaban de acuerdo, aceptaron mi decisión de viajar por «vacaciones» a ver nuevo mundo, oportunidades y estar con Juan por un tiempo.

A finales de Julio, Juan llegó por fin a España, ese día estaba suuuuper nerviosa, como niño que espera los Reyes Magos; habíamos quedado para vernos en Punta Umbría a las 6 de la tarde, y yo me estaba arreglando desde las 4 (no me preparaba con tanta antelación desde la última boda a la que fui, jijij). Me puse un mono blanco y negro y mi hermana me peinó con una trenza. Aún lo recuerdo y me sonrojo… Habíamos quedado en la puerta del Ayuntamiento y, sí, otra vez llegó tarde, aunque no mucho tiempo. Llegó con una camiseta blanca y pantalones de lino…!!estaba tan guapo!!. Yo no dejaba de temblar en ningún momento, parecía que era la primera vez que lo veía, era como empezar de cero, hasta su voz era distinta… creo que pasó como un hora hasta que conseguí relajarme, cuando a él (tras dar millones de vueltas intentando aparcar el coche) me hizo un precioso regalo, unos pendientes de la piedra más famosa de Chile, el Lapislázuli… y de nuevo mi vergüenza y mis colores volvieron a salir a la luz.

Fuimos a pasear por la ría, a cenar y tomar una copa. La noche estaba con un olor a verano especial, a dama de noche y sal, con una brisa de esas que hacen que te quedes hasta las mil hablando en cualquier banco de una plaza, donde las horas se pasan como si fueran minutos. Ésa noche nos despedimos como la noche en que volvió a Chile, pero esta vez no se iba a ir solo…

Pasaron varios días en los que disfrutamos de un verano intenso como dos adolescentes, y tras la insistencia de Juan, llegó el momento de ir a hablar con mis padres, como se hacían antes las cosas (que diría mi abuela), para decirles que se quedaran tranquilos, que iba a cuidar de mi y muchas cosas más de las cuales no me enteré porque, en esos momentos me fui a terminar de arreglar al baño y me lo perdí, aunque imagino que tanto Juan como mis padres no estaban en «modo fiesta», pero al salir mis padres tenían otra cara, un poco más relajada, aunque sé que no del todo porque la incertidumbre siempre estuvo, está y estará ahí.

Dos días después, me estaba subiendo en un tren dirección a Madrid, donde nos esperaba un vuelo que nos llevaría a nuestro destino… Santiago de Chile.

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